Me obsesiono con ser buena en algo, con hacer algo mío: mi blog. Mis charlas. Mis talleres. Mis libros.
Persigo una versión de mí en la que nunca llego a convertirme. Y esta carrera me consume, pero no puedo parar. Porque cuando alguien me dice “guau, me encantó ese artículo” o “¡cuánto he disfrutado de este taller!”, esos comentarios, esa validación ocasional, anestesia el agotamiento. Y sin embargo, a pesar de todo el esfuerzo, vivo con el miedo atroz de que los demás al conocerme lo sepan. Que sepan que no soy suficiente.
De niña me daban atención y cariño en función de mi rendimiento. Cuando sacaba un sobresaliente todo eran sonrisas y felicitaciones. Y “como te has esforzado mucho y has sacado muy buenas notas, hoy vamos al obrador a merendar lo que quieras”.
Y cuando no rendía y tan solo existía, me decían “ponte a hacer algo, no seas inútil”. Porque “sin esfuerzo, no llegarás a nada en la vida” y “todo el esfuerzo tiene su recompensa”.
Como ser valiosa dependía de tener buenos resultados, necesitaba hacerlo todo bien para sentir que merecía algo. Entrenar, estudiar, trabajar, formarme aún más.... Tenía dos trabajos e investigaba voluntariamente en un departamento de la universidad. Tenía que conseguirlo. Porque si no, no sería nadie.
Pero querida, hacerlo todo y además hacerlo perfecto es imposible. Eso lo aprendí después.
Al principio, cuando no llegaba a todo, solo me martirizaba, me sentía pequeñita, inferior, menos que los demás. Sentía que no merecía el altar en el que un día me habían puesto por hacerlo bien. Porque cuando el agotamiento socavó mis fuerzas, mi motivación y mi ilusión, ya no había sonrisas, no había halagos, nadie entonces quería trabajar conmigo.
Mi identidad se había forjado a base de buenos resultados y de repente, las metas imposibles y el agotamiento la habían derrumbado como un castillo de naipes.
Nuestra autoestima es la valoración que hacemos de nosotras mismas. Se construye en la relación con los demás, en función de nuestra posición en el grupo, de lo que piensen de nosotros. Asusta pensar que depende de los demás, ¿a que sí?
Nos comparamos con otros y aprendemos qué es valioso y que no lo es en la sociedad, en nuestra familia y en los grupos a los que pertenecemos. Si poseemos aquellas características que son valiosas para la sociedad y para el grupo, nuestra autoestima será más alta.
Y aquí está el problema: nos han enseñado una y otra vez que éramos valiosas por los resultados que obteníamos, no por quienes éramos. Cuanto más cosas y más difíciles conseguíamos, mayor era el premio, mejor la atención, más cariño recibíamos. Así que ahora nos ponemos metas cada vez más altas. Y cuando no logramos hacerlo bien y cumplir esos objetivos, nos derumbamos.
Hasta que la situación se vuelve insostenible.
Pero, ¿por qué?
Uno de los procesos más importantes del autoestimas es la autoeficacia. Una parte de la valoración que hacemos de nosotros mismos viene de vernos capaces de afrontar desafíos. Bajo el prisma de que “soy mejor cuanto mejores resultados consigo” ocurre que si los desafíos son imposibles, no seremos capaces de afrontarlos de una manera "exitosa" y entonces, nos evaluaremos negativamente. Nuestra autoestima caerá en picado.
Así que para evitarlo, nos rebelamos contra la idea de que no somos suficientes luchando más fuerte, esforzándonos más para alcanzar el Everest que nos hemos impuesto. Porque queremos ser valiosas, porque siempre nos han dicho que si nos esforzamos, tendremos una recompensa, porque nos han hecho creer que nuestro valor depende de lo que conseguimos.
Hasta que nos agotamos.
Querida, deja de romperte el corazón. Deja de confundir resultados con valor.
Los resultados es algo que obtienes, algo externo. El valor es tuyo, ya está en ti, es quien eres, no es negociable ni intercambiable.
Se trata de reestructurar la idea del éxito. Te han enseñado que enfrentarte a un desafío con éxito significa superarlo, ganar.
Esto no es correcto.
Afrontar los retos de la vida con éxito es saber que puedes caer, fracasar, romperte, y tú seguirás estando ahí para ti misma. Lo único que necesitas es ser capaz de sostenerte.
Mereces darte un tipo de amor que no exige, que no presiona, que no mercantiliza quién eres.
Parar a tu cabeza, parar de criticar y autocastigarte no es un proceso rápido ni sencillo. Pero aquí te dejo algo por lo que puedes empezar hoy:
Pregúntate, ¿qué podría hacer hoy por mí misma? No es una tarea, no es un objetivo, no es una obligación. Es una actividad que te haga sentir bien, que te haga sentir mimada, cuidada, querida. No tiene que ser algo grandioso. Puede ser ver un capítulo de tu serie favorita, pintarte las uñas, comer un helado o salir cinco minutos al balcón simplemente a observar el cielo... Date ese capricho sin culpa. No es debilidad. No es vagueza. Es reparar tu mente. Porque como ya has experimentado, una mente agotada no llega a ninguna parte.
Recuerda que tus pensamientos no son la realidad. Igual que el pintalabios dentro de tu estuche sigue siendo un pintalabios y no un estuche. Y un día se terminará y comprarás otro. Y seguirá sin ser un estuche. Tú eres como ese estuche: contienes muchas cosas, entre ellas, pensamientos que vienen y van. Puedes pensar que no eres suficiente. Pero solo es eso, un pensamiento, no eres tú. No es verdad. Porque tú no eres tus resultados.
Carta compasiva: piensa en la niña que fuiste, imagina que estás con ella, imagínate que le coges la mano o la tomas en brazos. Escríbele a ella, escríbele pidiéndole perdón no por tus errores, sino por las veces que internamente te martirizaste por no adecuarte a la idea de éxito que te habían inculcado, por fallar. Recuérdale que vas a cuidarla, recuerda en ella quién eres, recuerda tan bien todo lo bueno que hay en ti, que son muchas cosas. Todos los niños merecen amor. Y todos los niños merecen recibir un amor que no dependa de lo que logren.
Recuerda que no estás sola. Puede no ser fácil, puede no ser rápido, puedes no poder sola. Y todo eso está bien. Crees que no eres suficiente, pero eres demasiado. Créeme, si mis pacientes se vieran como yo las veo, no necesitarían volver a terapia.